Ayer estuve con Margarita Salas, quién me recordaba que en 1960, en España, se sintió muy discriminada, pero en 1964 viajó a Nueva York para trabajar con Severo Ochoa y la cosa cambió diametralmente. Hoy he estado con la comandante del barco mas moderno del mundo, el portaaviones George Bush. Se llama Nora W. Tyson, es de Memphis (Tennessee), se graduó en la universidad de Vanderbilt en 1979 y consiguió ser oficial de vuelo en 1983. Cuando ocurrió lo del huracán Katrina dirigó el buque USS Battan que trabajó en las tareas de emergencia, y estuvo en dos ocasiones en el Golfo Pérsico durante la operación de Iraq.
Ahora están a su mando 6.500 soldados en un portaaviones nuclear que en 2010 comenzó su andadura por los océanos. Es amable, franca y para nada soberbia o engreida, al contrario. Asegura que su estela será seguida por otras muchas mujeres en su país. El 18 por ciento de su tripulación son mujeres. Margarita Salas también comenta que en España los laboratorios científicos están repletos de mujeres, así como las facultades de medicina, las carreras científias y las ingenierías. Margarita es totalmente contraria a las cuotas y estuvo a punto de rechazar la medalla de oro al trabajo que le propuso el ministro Jesús Caldera al comentarle que le venía bien que fuese mujer. Para Salas lo que la mujer se gane debe ser por su mérito exclusivo. Pone el ejemplo de Rosalind Franklin y su trabajo en la doble élice del ADN, pero al fallecer de cáncer a los 37 años el mérito se lo llevó un hombre, James Watson, que obtuvo el Nobel. Lo mismo le ocurrió en 1938 a la judía austriaca Lise Meitner y su descubrimiento de la fisión nuclear. Su compañero Otto Hahn trató de arrinconarla.
Margarita de joven se pasaba meses metida en un laboratorio de química orgánica de la Complutense de Madrid. Un pariente político de su padre llamado Severo Ochoa le envió desde Nueva York un libro de bioquímica dedicado que le despertaría el gusanillo. Luego una carta de recomendación para la tesis con un señor llamado Alberto Sols que era un machista de mucho cuidado. Para dirigirse a ella le hablaba a su compañero de tesis, que luego sería su marido. En fin, historias olvidadas que han servido para que hoy en día la mujer tenga un gran camino hecho, aunque todavía queda mucho por hacer.
Ahora están a su mando 6.500 soldados en un portaaviones nuclear que en 2010 comenzó su andadura por los océanos. Es amable, franca y para nada soberbia o engreida, al contrario. Asegura que su estela será seguida por otras muchas mujeres en su país. El 18 por ciento de su tripulación son mujeres. Margarita Salas también comenta que en España los laboratorios científicos están repletos de mujeres, así como las facultades de medicina, las carreras científias y las ingenierías. Margarita es totalmente contraria a las cuotas y estuvo a punto de rechazar la medalla de oro al trabajo que le propuso el ministro Jesús Caldera al comentarle que le venía bien que fuese mujer. Para Salas lo que la mujer se gane debe ser por su mérito exclusivo. Pone el ejemplo de Rosalind Franklin y su trabajo en la doble élice del ADN, pero al fallecer de cáncer a los 37 años el mérito se lo llevó un hombre, James Watson, que obtuvo el Nobel. Lo mismo le ocurrió en 1938 a la judía austriaca Lise Meitner y su descubrimiento de la fisión nuclear. Su compañero Otto Hahn trató de arrinconarla.
Margarita de joven se pasaba meses metida en un laboratorio de química orgánica de la Complutense de Madrid. Un pariente político de su padre llamado Severo Ochoa le envió desde Nueva York un libro de bioquímica dedicado que le despertaría el gusanillo. Luego una carta de recomendación para la tesis con un señor llamado Alberto Sols que era un machista de mucho cuidado. Para dirigirse a ella le hablaba a su compañero de tesis, que luego sería su marido. En fin, historias olvidadas que han servido para que hoy en día la mujer tenga un gran camino hecho, aunque todavía queda mucho por hacer.
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