Laura Israel vivía allí e instaló una turbina, hasta que en internet leyó los problemas que venían aparejados, entre ellos la matanza de pájaros o las frecuencias sonoras de baja frecuencia, muy molestas para los que viven próximos a estas instalaciones, y todo ello lo grabó en su cámara de vídeo durante un año. No aparecen expertos y la directora no quiere que se utilice su film como una herramienta contra esta forma de energía, solo facilitar información a quienes viven de ello, para que conozcan la verdad del día a día que ni Al Gore cuenta.
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