Vuelve la música pegada al paisaje, campestre, de granero, de olor a heno, sin milongas ni digital, sino analógica hasta la médula
Frank Fairfield
in the hills of Highland Park in Los Angeles, CA.
Tengo una amiga riojana que vive en Madrid, es psiquiatra, y le encanta bailar Swim por las noches en las quedadas que hace un club de modo clandestino en una página web. Decenas de personas acuden allí sólo para bailar mientras un grupo toca música apropiada, con instrumentos tan pintorescos como la tabla de lavar la ropa tocada con dedal de coser.
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