"Dios vendiga a Ozzy" es el título del documental que estrenan este mes en el fetival de Triveca.
Es un homenaje adulador a la cara más visible del heavy metal en el que se retrata fielmente su estado mental fruto de una larga adicción a todo tipo de alcoholes y drogas. De hecho actualmente parece un vegetal, por otra parte, como casi todas las viejas glorias del rock, excepto Eric Clapton, quién como comenta en su autobiografía, en los 80 dejó sus adicciones para llevar una vida sana por completo. Mick Jagger lo hizo desde los 70 y es uno de los mas cuidados del gremio. Jimmy Page también tuvo que dejarlo, lo que le llevó a engordar. Actualmente no le sobra un gramo y se cuida todo lo que puede y más. Keith Richards, en cambio, parece destinado a morir con las botas puestas, y es el mejor ejemplo de todo lo que puede aguantar el cuerpo humano castigado con todo tipo de materias destructivas que uno pueda ingerir, desde el whisky de patata tejano al peyote mejicano.
Sus hijos mayores hablan pestes de Ozzy y su mujer recuerda los viejos detalles porque las neuronas de su marido no tienen ni la mas remota idea de aquellos acontecimientos, salvo aquel de las palomas durante la firma de un contrato discográfico. Delante de los directivos de la compañía cogió una paloma y le mordió el cuello, matándola. Su cara era todo un poema de locura. Luego en un concierto se dice que llegó a morder un pequeño murciélago. El creía que era de plástico, según comentó siempre. Cuando tenía los pequeños trozos del animal en la boca se dio cuenta que mas que plástico, era algo asqueroso y peludo.
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