Ahora que se
cumple el 50 aniversario del disco en directo en Colonia (Alemania) del
pianista Keith Jarrett, de 66 minutos de duración y con 4 millones de copias
vendidas.
Hoy hay que reivindicar que se trata de una de las mayores joyas del
jazz, aunque los popes del género no van más allá de John Coltrane, Miles David
y Charlie Mingus.
El solo hecho de que sea el disco más vendido de jazz de la
historia serviría para ello sin recurrir a Chat-GPT.
Se trata de una
composición espontánea a gran escala en la que una melodía lleva a otra,
interludios que se dirigen a esencias y abstracciones de otros estilos
musicales.
Dos personas que lo escuchen te contarán cosas diferente, algunos
les sonará a clásica como Debussy o Rachmaninoff, otros a folk, blues e incluso
rock, pero todos ellos te hablarán de algo espiritual, como el dueño del sello
discográfico ECM en el que salió, el alemán Manfred Eicher, suele comentar.
“Tiene
algo de tipo milagroso, de otro modo no llegaría a millones de personas”.
Editions of Contemporary Music (ECM) se fundó al Oeste de Alemania en el año
1969, y comenzó con el disco “Free at last” de Mal Waldron. Sería cuando Chick
Corea grabó el primer disco de su banda Return to Forever en que el sello
comenzó a despuntar. No sería hasta 1975 en que ECM lograse un puntazo con el “Köln
concert”.
El disco muestra un concierto que fue organizado en la casa de la ópera
de Colonia por una joven de 18 años, Vera Brandes.
El piano estaba desafinado,
Jarrett sufría de falta de sueño, dolor de estómago y con falta de humor en un
escenario vacío.
Se sentó al piano sin material en la cabeza ni ninguna idea
preconcebida, salvo tocar algo de cierto valor o que fuera totalmente nuevo.
El R4
Eicher tenía varios conciertos por esa época para Jarrett a los que iba en un pequeño
Renault 4 (R4) en el que ambos viajaron a Colonia tras tocar en Zurich (Suiza).
Llegaron cansados y estresados. No durmieron durante el camino e intentaron
encontrar algo de comer al llegar.
Por la tarde del día 25 de enero Jarrett
estuvo a punto de desistir y no salir a tocar, pero hizo el soundcheck y el
piano estaba fatal.
Él pidió un Steinway Grand piano, pero el día del concierto
había una huelga y la empresa no lo trasladó a pesar de que estaba ya
alquilado, por lo que tuvo que tocar con el que había. Eicher tuvo la genial
idea de grabarlo de cualquier modo, aún sabiendo el mal humor que tenía Keith.
“Algo
especial estaba ocurriendo una vez que comencé a tocar”, recuerda el pianista,
quien había olvidado las incomodidades y tras el concierto cogió la copia de la
grabación y corrió a escucharla mientras viajaban al siguiente concierto.
“Mientras
conducíamos, pusimos la cinta una y otra vez en el coche y sentimos que había
algo realmente especial pero estábamos irritados con la calidad del sonido”,
rememoró Keith.
Meses después fueron a un estudio de grabación con el master y
trabajaron durante cuatro días en la cinta para lograr un resultado memorable.
Entre los años 70 y 80 entrabas a una boutique, una cafetería o librería y
escuchabas el ‘Köln concert’.
Los escuchantes pasivos notaban una música
ambiental apropiada para poner a los amigos en casa o hacer el amor, y los
escuchantes activos consideraban que el disco funcionaba como algo emocional y
estimulante, y todos sabemos lo intenso que es Keith en directo con sus
expresiones faciales y con gritos y sonidos salidos de su voca agitada mientras
tecleaba.
“Sonaba como si estuviera dando a luz”, recuerda un aficionado. Keith
dice que por fortuna sus aficionados no esperan un ‘Köln concert’ cuando van a
verlo tocar en directo, sino que esperan algo diferente y nuevo. Aquel
concierto reflejó un momento en el tiempo como si fuera una fotografía.
Recuerda de aquella ocasión Keith que tenía un piano equivocado y que no le
gustó entonces el toque y la dinámica que se presentaba, pero era muy joven y
las ideas le comenzaron a fluir en la cabeza con esos colores que en aquel
momento nadie había interpretado.